Del profesor Raúl Villegas Dávalos
Superación
A las profesoras Clemencia Correa y Carmen Rodríguez
A la comunidad universitaria
A las autoridades de la UACM
Mi nombre es Raúl Villegas Dávalos, profesor investigador de la
UACM con cerca de 11 años de antigüedad. He seguido de cerca y
con mucha preocupación la denuncia que interpusieron las profesoras
Clemencia Correa González y Ma. del Carmen Rodríguez Sánchez,
por hostigamiento sexual y laboral, en contra del profesor José
Enrique González Ruiz. No voy a pronunciarme sobre las actitudes,
razones, justificaciones y excesos señalados por los actores del
mencionado conflicto. Debo confesar que tengo una fobia muy
intensa contra todos los procedimientos judiciales y una desconfianza
total hacia las instituciones estatales de administración de justicia,
que en México como en todo el mundo, han sido algunos de los
instrumentos privilegiados para la legitimación de un poder inmoral
e ilegal, que reprime a los desposeídos y es fuente inagotable de
corrupción e injusticia.
Hay otros valores humanos, morales, jurídicos y políticos muy
superiores, no institucionalizados, que aun existen en la sociedad,
como la solidaridad entre nosotros los jodidos, el optimismo voluntario
de los encabronados que todavía creemos que es posible otro
mundo, el internacionalismo proletario, el amor a los ideales y la
camaradería que se cultiva en las luchas de clase. Esta es nuestra
moral, no la que se trafica en juzgados y cárceles, no la hipócrita que
difunde Televisa, ni la se predica cínicamente desde El Vaticano.
En la tradición de vida comunitaria de los trabajadores, somos
nosotros quienes nos hacemos cargo -con responsabilidad y
verdadero sentido de la justicia, comprensiva y humana-, de
los problemas que surgen del roce cotidiano de las voluntades,
personalidades y deformaciones. Con ese ánimo, sin justificaciones
ni concesiones, las compañeras sindicalistas de Egipto que apenas
se inician en la lucha contra la opresión de género y la explotación de
clase, han denunciado en la plaza Tahrir y otros lados, las múltiples
vejaciones y hasta violaciones que han sufrido ¡a manos de otros
trabajadores en lucha!, que se comportan como los criminales
uniformados al servicio del Estado burgués. Hasta donde yo sé, por
la relación que he sostenido con las organizaciones feministas de
Egipto, nunca han ejercido su legítimo derecho de llevar su caso ante
los tribunales incompetentes, porque no confían en esos aparatos de
injusticia, y porque están conscientes de que el mejor ámbito para
denunciar y corregir esas conductas incalificables, es la comunidad
de los pobres. Las camaradas feministas del PRT, donde yo milité
muchos años, enfrentaron el problema de la violencia de género, y
jamás pidieron aumentar las condenas para los violadores, porque
estaban conscientes de que eso no hubiera resuelto –como ahora
lo cree Peña Nieto- un problema que tiene raíces más amplias y
complejas. Discusión que aun no ha sido liquidada y que no voy a
abordar en este espacio.
Lo único que quiero hacer, como “metiche” tal vez con cierto derecho
de opinar sobre un caso que se ha hecho público y repercute sobre
nuestra UACM, es solicitar -a título personal y sin haberlo acordado
con nadie más- a mis compañeras Clemencia y Carmen, su perdón y/
o superación del problema con el compañero Enrique González Ruiz,
sin prejuzgar por mi parte sobre los hechos que dieron lugar a dicho
procedimiento de juicio. Por fortuna no soy juez. Les pido que me
crean –y pongo por delante mi trayectoria como militante izquierdista
desde 1968- que para hacer esta solicitud no he hablado con Enrique
ni quienes lo apoyan. Si fuera un error, sólo es mío y así lo asumiré.
Al escribir estas líneas no puedo evitar el recuerdo de Willy Brandt,
socialdemócrata y canciller de Alemania occidental entre 1969 y
1974, cuando públicamente condenó el Holocausto judío y pidió
perdón, a nombre del pueblo alemán, en un histórico acto que tuvo
lugar en Varsovia, 1970. Guardamos las proporciones.
Si esto resulta válido, yo les ofrezco mis sinceras disculpas a
Carmen y Clemencia por los actos denunciados. A fin de cuentas
también soy hombre y -aunque el machismo y el autoritarismo
institucional no son propiedad exclusiva de nuestro género, sino
parte ominosa de una cultura que todos y todas asimilamos e
inconscientemente reproducimos-, algo debo tener de machista, que
seguiré combatiendo… y agradeciendo cuando me lo señalen.
Camaradas Clemencia y Carmen: ustedes tienen la talla intelectual,
moral y humana para perdonar y/o superar. Creo conocerlas bien,
hemos sido camaradas de lucha, además de compañeros de trabajo,
y sé que no son personas dominadas por el resentimiento enfermo,
el odio indiscriminado hacia los hombres, y el impulso de venganza.
Respeto su decision de actuar como consideraron pertinente. Ahora
pido a ustedes, no por ser mujeres que siempre deban sacrificarse,
sino como compañeras de las grandes batallas contra el terror
orozquista, su benevolencia y comprensión. Así sabemos ser quienes
vivimos de nuestro trabajo y no de explotar el ajeno. Tenemos la
virtud de cometer errores, comprenderlos y superarlos, como noble
experiencia de la vida colectiva. Nos equivocamos y rectificamos, las
clases explotadoras no.
Por último, tenemos una titánica y larga tarea que cumplir, que
reclama la participación de todas y todos los que amamos la
Universidad y estamos identificados con su proyecto popular, yo diría
proletario. Vamos juntos hacia delante, con altura de miras y metas,
tropezando y corrigiendo, con inteligencia, pero también con amor.
Fraternalmente
Raúl Villegas
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